Jaime Campodónico Editor. Lima.
1994, 122 p.

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Cuando Llegue la Noche

(fragmento)

xxxxPasear de la mano de un hombre adulto significa la seguridad. Por las noches van al cuarto en casa del amigo de Lucien. Alia le dice a su madre que tiene que estudiar con unas amigas. Siempre encuentra alguna justificación para llegar tarde. Su madre la mira sin atreverse a preguntar dónde ha estado, su hermano la insulta, dice que se droga con Lucien. En realidad fuman un pitillo de marihuana antes de hacer el amor mientras miran por la ventana los cerros y los escaramujos que se sacuden al viento. Después, Alia se extiende sobre la cama; sus huesos delgados brillan bajo su piel. El pelo corto de Alia se esparce sobre la almohada. Él no sabe cómo amar ese cuerpo tan frágil, tan delgado. Tiene la impresión de que se romperá a la primera embestida. Pero la belleza de esa mirada devastada por el miedo es demasiado fuerte. Es como si un sentimiento desconocido apareciera para apoderarse de él y llevarlo no sabe dónde. Piensa que quisiera ser aspirado por el cuerpo de ella y desaparecer dentro de él. Alia siente esa violencia, esos huesos que se clavan en los suyos. No sabe cómo se le puede llamar placer a algo tan voraz. Siente que su cuerpo da todo de sí, todo. Sin embargo, ese mismo cuerpo es el que regresa a su casa por las noches para abandonarse al ruido de la ciudad, del río que desciende de la cordillera. Es época de lluvias, allá, en la parte más alta. A veces se producen aludes y el río arrasa con todo lo que le sale al paso: gentes, animales, chozas de estera, camas viejas y toda clase de objetos. El río se lleva parte de la vida de esa gente. Su madre muchas veces había dicho que sentía miedo de la fuerza impetuosa de ese río, pensaba que un día esos desbordes que se producen por el lado pobre saldrán por el de ellos y el río se llevará todo en la fuerza de sus aguas fangosas. Un día Alia le habla a Lucien sobre ese río que no se detiene como la vida. Sus vidas florecen en la orilla como girasoles que buscan el sol. Ella hubiera luchado por retener ese momento, pero sabe que es imposible, no se volverá a repetir, y la alegría que siente al estar con Lucien se convierte en nostalgia. Le pregunta a Lucien si se da cuenta que esos momentos que viven no se volverán a repetir. Lucien le habla de Heráclito: Las aguas nunca son las mismas. La única forma de poseer completamente ese momento sería muriendo juntos.El sol de la tarde entra a través de la ventana y pega de lleno en el rostro de Alia. Lucien pone un cassette: La tocata y fuga en re menor de Bach. La música se confunde con sus respiraciones, eleva sus cuerpos por sobre todo lo que los rodea, los hace ligeros, volátiles, sensibles a cada movimiento de las plantas, al rumor del río y del viento. Lucien piensa en los altos muros de una iglesia. Bach le hace evocar la paz de las iglesias y ese amor es el ara donde ofrece su cuerpo para ser recibido por ella.